Y sé también qué significa la esperanza

sábado, 12 de mayo de 2012



Y sé también qué significa la esperanza:
todo pudiera ser, pero no es nada.
Hemos venido a construir el nido en vuestros brazos,
a pasar un invierno junto al fuego
y recitar el frío de las cigüeñas. La vida es esto,
amor mío, esta mano que tiembla cuando quita tu ropa,
esta lluvia que arrolla en tus espaldas, este molino de agua
que hace girar tus ojos.
Estaremos aquí hasta que pase la bandada
con la que hemos llegado
y entonces cerraremos las puertas de la casa,
dejaremos los muros mirando nuestro vuelo,
y nos alejaremos. Todo seguirá igual
y alguna flor por mayo crecerá con tu nombre.
La vida es poca, amor mío, (si restamos las horas
en que nos preguntamos quién somos realmente
o salimos al mundo con la máscara puesta),
y los días se acercan tan puntuales
con sus rollos de luz,
que una pausa a mediados de la noche
rompería los péndulos del cosmos
y se vería en tu carne el secreto del tiempo.
Nos iremos. Eso es todo. Y en las verjas del patio
donde hemos sido hombre, niño, mujer, adolescentes,
enramarán tu alma para impedir el paso.

Y todos nuestros días terminarán



Y todos nuestros días terminarán.
Déjame recorrer los pueblos de tu carne,
reconocer la tierra que te forma
antes de que te lleve el aire poco a poco.
Hoy quiero compararte con el humo y no decirte
nada,
respirarte con la profundidad de los suspiros,
tocar efímeros tus labios,
deslizar tu presencia encima de mis dudas
y empezar a creer que no tenemos nada
que ver con la tristeza.

Ese río que pasa por tus ojos


Ese río que pasa por tus ojos
y navega en silencio
y luego se desborda
y naufraga en tus labios
y entristece tu rostro.
Esa sombra que surge de tu sangre
y alborota tus huesos
y despeina tu forma
y anochece tus manos
y te aleja del mundo.
Ese fuego que te aproxima al nunca
y aniquila tu fuerza
y escala tus pestañas
y se inflama en tu llanto
y gira en tu no ser.
Esa tierra que te cae como lluvia
y apuntala tu boca
y siembra en tus palabras
y besa tu pasado.
Esa tierra maldita que te araña y te traga.

Lejos de nosotros hablarán de ti



Lejos de nosotros hablarán de ti
tras los días grises.
Hablarán, mientras caiga la lluvia,
de tus ojos dibujados en griego,
de nuestra vida juntos al norte del pecado,
de tu cintura blanda como un banco de niebla.
Leerán el poema que siempre quise hacerte
y te sospecharán al modo de las diosas
de piel tostada que existieron
en las afueras de la tierra.
Lejos de nosotros, cuando la lluvia caiga
en nuestros nombres, sabrán que hemos estado.

Regresar, y encontrar vuestro olvido



Regresar, y encontrar vuestro olvido
con las puertas cerradas,
vuestros ojos de polvo mirándome, tal vez,
como a un desconocido.
Regresar, y saber que todo ha terminado
para siempre, que no puedo apostar nada a la vida,
que no volveréis nunca, que ya no seréis nunca.
Y aceptar que yo no he estado aquí
para mirar el tiempo en vuestro rostro,
para evitar el canto de los pájaros,
para romper las cartas de la muerte.
Regresar, y admitir que es tarde siempre
para esperar un poco,
que habéis dejado el cuerpo por la tierra,
que habéis seguido el rumbo de las hojas,
que habéis quedado atrás, definitivamente lejos.

Ahora estoy conmigo después de mucho tiempo



Ahora estoy conmigo después de mucho tiempo
y pasaré las horas recorriendo los álbumes,
mirando vuestros rostros siglo a siglo.
Os agradezco la memoria. Pues sé que estáis
detrás de cualquier rosa,
yo sé que el sol os llega de repente
y que asomáis puntual al mediodía.
Volver a repasar vuestra presencia.
Comprender que no me queda nada de mí mismo.
Volver a daros gracias.

Me entristece el mundo


A Tuli

Me entristece el mundo.
Ya nunca más podremos ser jóvenes,
mirarnos con vergüenza
mientras estamos solos,
indagar en la noche el sabor de la niebla;
ya nunca más investigar tu cuerpo
cuando el sol te recorre como una lagartija
o conquistar las playas o abrazarnos
un segundo apenas sobre los cuchicheos
de las olas.
Qué pronto llega todo, qué pronto escapa,
sobre todo,
la belleza de estar viviendo a gusto,
de imaginarse libre mientras cruje el verano
y poder darte un beso más tarde de las once.
Y bordear tus rasgos
con la cintura azul de una genciana;
sobre todo, qué pronto muere el cuerpo.
Sí que me entristece
ver la luz reflejada en las tardes del agua
con forma de canción
o preguntarse a veces
donde os habrá esparcido el aullido del faro.
Es difícil palparse las estrías
y no acordarse un poco
de vuestra voz tostada como la adolescencia;
desenvolver un año encima de la mesa
y barajar a medias la nostalgia
y entrar en los perfumes
y marchar vida atrás por un domingo
en que no habita nadie
más que el viento.
Es verdad que me entristece,
que después de haber roto los recuerdos,
las cartas que escribíamos,
miramos si es posible
reconstruir la ausencia, los pliegos
en que hablabas
de no sé qué concierto
o el cierre del bar de los acantilados
donde siempre acudíamos a última hora.
Es verdad que me duele vuestra mirada turbia
de queimada y tabaco,
que mi puño se enrosca
como una caracola con el rumor
de vuestras carcajadas.
Y me entristece el mundo y más que nada
comprender tan así
que solamente somos un tópico
que oculta la rapidez del tiempo.

Hoy como todos los días


Hoy como todos los días:
te levantas y piensas vagamente en todo lo que espera.
Nada. Esa es la palabra más llena,
nada como el polvo, como el humo,
como el silencio, nada como la vida misma,
como los cuentos de hadas, los mitos, las leyendas
y un etcétera largo. Nada como los días.
Quiero que no te apagues como todos nosotros.
Te llamaré la rosa y otra vez la rosa.

Preguntadme quién soy, de dónde vengo


Preguntadme quién soy, de dónde vengo.

Miradme solamente cuando no me veáis
y habladme si yo estoy delante.
La soledad es también un planeta
de silenciosos orgiásticos y frutos llenos
de agua. Si pudiera explicaros...

Al otro lado del poniente


Al otro lado del poniente
hay un oráculo de dioses ilegales
que te explican en ático porqué se escapa
el tiempo.
No piden nada a cambio
de izarte en uno de sus templos para siempre
o convertir tu boca en un perfume
de hierbas consagradas.
Pregunta por el camino más olvidado
de la tierra y no mires lo que se queda atrás
hasta la luz del alba.

Que nadie escriba un verso



Que nadie escriba un verso
para no hablar de ti.
Somos este paisaje que visita
la noche:
lejos hay un volcán que ya no llora,
las ruinas de unos ojos
y el deseo azulado que despluman los búhos.

Pasa el tiempo

miércoles, 2 de mayo de 2012


Pasa el tiempo
y es todo irremediable.
A un paso de nosotros
hay un donde sin suelo,
una lluvia enfermiza
que divide la tarde
en dos días diferentes,
un naufragio de rosas,
una tierra cubierta de silbidos
como un invierno.
Pasa, y tú cada vez a menos,
lo siento en el abrazo
que tiene las bisagras descontentas,
en la mirada gris
con que coses mi ropa.
Lo siento en tus paredes desconchadas,
en los retratos:
porque sonríes lejos,
porque arrugas las fechas en tu carne,
porque te pasa un río de sombras
cuerpo abajo, vida abajo.
Es todo irremediable, aunque te quiero.

(C) Aurelio González Ovies
En presente
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI

Otras veces veníais


Otras veces veníais, aunque no fuera
agosto,
a encalar vuestra ausencia
y ventilar los cuartos del invierno.
Llegabais los domingos
en un seiscientos blanco -un recuerdo
que apenas sube ya las cuestas de mi mente-.
Eran días distintos, vosotros lo sabéis,
días con un sabor sin marca
que ya no vende nadie,
inusitados gestos en vuestros rostros
niños por detrás de los árboles.

Sólo tú sabes


Sólo tú sabes
lo que no escribo
cuando me encuentro solo
y te miro
y tu pelo se desborda como una cifra
de nieve.
Nadie descubrirá ese poema
entre los libros
que hablan nada más que de ti
en un idioma en blanco.


Esta puerta es el tiempo


Esta puerta es el tiempo
que no va a ningún lado:
azul como la música que nos recuerda
un poco las ganas de llorar,
hay un hombre sentado
que piensa para siempre
y unas letras que dicen
que Toni amó a Teresa.
Hay una fecha clavada en las polillas
y un domicilio ausente
en un rostro de madera.

La vida es esa boca
redondeada con tiza.

Quiero inmortalizarte

domingo, 29 de abril de 2012


Quiero inmortalizarte
sobre el manual del agua.
Atar tu voz a los pies de la lluvia.
Predecir la nostalgia que causarán tus ojos.
Quiero, sencillamente,
nombrarte en algún sitio
donde no acuda el tiempo.

Hace tiempo que se fue el pecado



Hace tiempo que se fue el pecado.
Venid a este paisaje donde no tengo conciencia,
a este desierto enfermo de pirámides
y palmeras que esperan
con sus brazos abiertos.
Estoy deshabitado. Más que nunca.

Eres, dulce mía, ligera


Eres, dulce mía, ligera
como un tango de agua.
Pero no te confíes,
lo nuestro es esta tierra
condenada al destino,
esta tarde que huye como un sol de verano.
Lo nuestro es todo aquello
que cambia ahora, ahora, ahora
y entre ahora y ahora
nunca nada es lo mismo.

Eres, dulce mía, amarga como el tiempo.

Otra vez que volvamos



Otra vez que volvamos
no dejaremos nada en el camino,
no quedaremos solos para siempre,
no buscaremos siglos en las piedras,
no cerraremos nunca nuestra casa
y el mar no borrará la arena
en vuestros nombres.

A veces tienes partes de infinita tristeza

sábado, 21 de abril de 2012



Para Chusa


A veces tienes partes de infinita tristeza

y quedas en silencio mirando cómo callas,

con las manos marchitas alrededor del mundo.

Entonces, se me hielan el beso y la palabra.

Cuando nos conocimos era todo mentira,

los árboles, las calles, la luz sobre tu cara,

era toda una noche estrellada de orígenes.

Ya no te me pareces a tus ojos en nada.

Ya no amanece el sol por detrás de tu pelo,

ya no bajan los dioses a embadurnarse en tu alma.

Ya no puedo pensarte por encima de todo.

Ya no te digo siempre la primera palabra.

A veces tienes capas de imparable amargura

Y me asumo a tus huesos hundidos en las brasas.

Ya no puedo besarte los labios despoblados.

Ya no te me pareces, posiblemente, en nada...

Cuando nos demos cuenta




Cuando nos demos cuenta
la vida habrá dejado de nosotros
una estación inédita
y un camino a mitad de la palabra.

 *
Fui feliz con muy poco,
porque sus ojos de arena
marcaron las horas más felices de mi vida.

 *
Partiremos de aquí
y todo lo nuestro
quedará en las sonrisas de las hiedras
que suban a buscarnos olvido arriba.

 *
Más allá que haya lo que quieran
siempre que aquí estés tú.

Argos


Los caseros no atienden a sus ojos,

pero detrás de sus negras pestañas

oculta una tristeza tan redonda

que apenas le permite la mirada.

Por eso algunas veces con la cola,

cuando escucha el sigilo de las vacas,

dibuja sobre el barro en que reposa

retazos de impotencia y de desgana.

Y poco a poco el giro de las moscas

que rondan sobre él noche y mañana,

le han dado un parecido con las cosas

que a la muerte se pudren olvidadas.

Su hocico respingón ya tiene forma

del aullido más último del alma,

y de aquella nariz de caracola

tan única en los rastros de la caza,

cuelga la transparencia de una gota

que ya no puede secarse con la pata.

Y aunque sigue esperando, de su boca

sale de vez en cuando esa palabra

con que expresan los perros su derrota;

y lloriquea y cae y se levanta...

Penélope de Ulises



Más allá de su casa el calor de septiembre
crepita en las higueras;
Penélope de Ulises, fiel espartana,
se ha asomado al balcón donde borda por siempre
y ahuyenta una pareja de gansos atrevidos
que va picoteando la flor de sus hortensias.
La casa huele a pan, a recuerdo de harina,
A esperanza nacida de una esperanza vieja.
¿Volverá? Quién sabe si en el mar
o a la luz de los faros,
después de tanto tiempo, se sigue recordando.
Y de repente canta (bien sabe por qué canta)
y de la comisura de sus labios
pende un temblor que es casi ya una lágrima.

Y el sol llega a sus ojos como una pesadumbre
―no hay nada más hermoso, sin embargo, que el rostro
de Penélope con la estela brillante de las lágrimas―.
¿Volverá? En momentos como este no deja de bordar
por no llorar delante de doncellas,
mas sus dedos no saben si bordan una flor
sobre el sudario
o anudan otro pétalo a su pena.
No se parece en nada a la mujer de piel campesina,
la más esbelta de Itaca,
que antaño llegó a ser la esposa deseada,
porque de tanta espera,
de tanto deshacer la tela de sus días
cuando la noche entraba, va quedando con hilos
que descosen la carne de su cara.
Se parece muy poco a la de brazos níveos,
por abrazarse tanto al llanto del crepúsculo,
por rehusar promesas de tantos pretendientes,
esperando las velas de las naves rojizas
que las olas del tiempo jamás, tal vez, acerquen.
Y a veces ya le ocurre lo mismo que a su perro:
que de ladrar atado al pie de su destino,
tiene la tirantez ahogándole en el cuello,
una marca amarilla de soledad y hastío
que le ha robado olfato, el aullido y el pelo.
Y nunca pasa nada sino la vida en vano,
las horas se suceden girando en el vacío,
como una rueca muerta varada en unas manos
que no darán más vueltas. Lo tienen prometido.
Penélope de Ulises, la solitaria de Itaca,
la del balcón abierto por si escuchara pasos;
Penélope de Ulises, la eterna bordadora
de su presente aciago, de su futuro mítico.
La esposa envejecida como un griego olvidado.

Para Dido de Eneas


Te vi quedar llamándome en la niebla
sobre la almena más alta del palacio,
pero los dioses, Dido, no comprenderán jamás
por qué los hombres preferimos morir
a separarnos. Y aquella madrugada, sobre
las vigas rechinantes de mis naves
mil veces me grité:
¿por qué viniste a Libia, por qué no te amarraste
a la galerna?
Ahora ya no valen de nada mis reproches y mi odio
dibujará en las cenizas de tus labios
maldiciones
cada vez que pasen por tu ausencia
las sandalias silvestres de los vientos.

Recuerdo la primera noche que robamos
al brillo de tus ojos,
las caricias que había guardadas en tus
cofres y el perfume fenicio
que dulcemente, ahora, me describe
las rutas navegables de tu cuerpo.
Pero de nada vale, Dido, que te confiese
un poco esta agonía
si entre tus tierras y mi llanto
silban los trapos de la muerte.
Asómate otra vez como el abismo a los acantilados
y piensa que he venido a recogerte,
que he venido a buscarte con mis hombres
y en mis naves. Asómate al recuerdo y haz que vuelves
a ver en la borrasca un rostro marinero
curtido como el sándalo, agarrado a tus costas
desde que te creyó una mentira de la bruma.